Génesis 2:22 explica la creación de Eva, de esta manera:
«Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre».
Dios hizo la tierra y dijo que era buena, pero aun antes de que entrara el pecado al mundo Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Por lo tanto Dios hizo a Eva para estar con el hombre como su amante, su ayuda idónea y amiga. Hasta ese punto, Adán nunca había visto a una mujer, porque Dios aún no había formado ninguna con sus manos. Lo único que había visto Adán hasta
ese punto en su vida eran los peces, los osos hormigueros, y otros animales que no se verían bien en una foto de bodas. No sabemos si Eva haya sido hermosa o no, pero para Adán era gloriosa ya que era la única mujer que había conocido. Prácticamente no tenía ningún criterio de belleza con el cual podía comparar a su novia, puesto que ella era su único criterio de belleza.
«Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre».
Dios hizo la tierra y dijo que era buena, pero aun antes de que entrara el pecado al mundo Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Por lo tanto Dios hizo a Eva para estar con el hombre como su amante, su ayuda idónea y amiga. Hasta ese punto, Adán nunca había visto a una mujer, porque Dios aún no había formado ninguna con sus manos. Lo único que había visto Adán hasta
ese punto en su vida eran los peces, los osos hormigueros, y otros animales que no se verían bien en una foto de bodas. No sabemos si Eva haya sido hermosa o no, pero para Adán era gloriosa ya que era la única mujer que había conocido. Prácticamente no tenía ningún criterio de belleza con el cual podía comparar a su novia, puesto que ella era su único criterio de belleza.
En la creación vemos el patrón sabio: El criterio de belleza de cada hombre no debe deshumanizarse, y ese criterio simplemente debe ser su esposa. Esto quiere decir que si un hombre tiene una mujer alta, delgada, y pelirroja es porque eso es sexy para él; y si su vecino tiene una mujer bajita, de pelo castaño, y con curvas, es porque a él le parece sexy. La lujuria pornográfica existe para provocar la clase de codicia y falta de satisfacción que ninguna mujer puede satisfacer, porque ella no puede ser alta y bajita, dotada y enjuta de pechos, blanca y negra, joven y vieja, a la vez, como el harén que presenta la pornografía.
El libro de la sabiduría nos da consejos sabios para tener a la esposa como criterio de la belleza. Proverbios 5:18-20 dice, «Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña?». Si un hombre llena su mente con imágenes de los senos de otras mujeres, nunca estará satisfecho con los senos de su esposa, lo cual hará que su confianza en él disminuya y afectará su matrimonio.
Proverbios 27:20 dice, «El Seol [la muerte] y el Abadón [la destrucción] nunca se sacian; así los ojos del hombre nunca están satisfechos. El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro, y al hombre la boca del que lo alaba». Si aplicamos este principio a la lujuria pornográfica, se hace obvio que llenar la mente de obscenidades no satisface la lujuria sino aumenta el deseo de ver más imágenes. Una persona con ojos lujuriosos podría empezar con una revista, un sitio de Internet, o un video, que después lo lleva a mirar más revistas, más sitios de Internet, y más videos; hasta que se aburre y empieza a frecuentar bares de strippers, a acostarse con prostitutas y mujeres fáciles; y cuando por fin se aburre de eso, va a las orgías, a practicar el voyerismo, el exhibicionismo, la pedofilia, y a cualquier otro lugar donde un corazón perverso pueda atreverse a ir. ¡No se engañe a usted mismo! El pecado es la rampa de entrada a la muerte. Si usted toma esa rampa y no se arrepiente, si no da la vuelta y sale, su panorama empezará a verse más oscuro, más obsceno y más mortífero. Hasta podría convertirse en uno de los millones de hombres que matan a sus propios hijos en el vientre de sus madres, como cualquier tonto pecador que comprueba una vez más que el pecado sí conduce a la muerte.
Proverbios 11:22 dice: «Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo, es la mujer hermosa y apartada de razón». Conforme a esta obviedad, una mujer con un cuerpo sexy que es indiscreta respecto a quién se lo muestra, no es más que un animal bien vestido. Esto explica por qué las mujeres que son codiciadas por los hombres no son la clase de mujeres que ellos tomarían como esposas, porque puede que sea divertido revolcarse en el lodo y ensuciarse con un cerdo, pero uno nunca quiere que ese cerdo se siente a la mesa junto a su madre a cenar en un día feriado.
Proverbios 31:30 dice: «Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada». El hombre que se casa descubre que al final la belleza de su esposa se marchita. Después de procrear y amamantar una casa llena de niños, la gravedad y la atrofia siempre triunfan al final. Por consiguiente, si un hombre no es capaz de reconocer que la belleza que tiene su esposa cambia y envejece, éste será como cualquier otro tonto en el desfile de hombres cachondos y pervertidos, viejos y con piel fláccida, que van detrás de las jovencitas con un puñado de Viagra disponible como lo hace Hugh Hefner.
Proverbios 31:30 dice: «Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada». El hombre que se casa descubre que al final la belleza de su esposa se marchita. Después de procrear y amamantar una casa llena de niños, la gravedad y la atrofia siempre triunfan al final. Por consiguiente, si un hombre no es capaz de reconocer que la belleza que tiene su esposa cambia y envejece, éste será como cualquier otro tonto en el desfile de hombres cachondos y pervertidos, viejos y con piel fláccida, que van detrás de las jovencitas con un puñado de Viagra disponible como lo hace Hugh Hefner.
Hebreos 13:4 declara, «Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios». Los hombres que creen que pueden ver mujeres desnudas sin que esas imágenes se arraiguen en sus mentes y los persigan hasta su lecho matrimonial, son unos imbéciles. El peor caso que conozco personalmente era un tipo que necesitaba tener fotos de revistas de otras mujeres al lado de la almohada de su esposa cuando tenían relaciones sexuales, porque había condicionado tanto su cuerpo a excitarse con la pornografía, que su esposa ya no lo excitaba. Usted no quiere que eso le pase a usted y a su esposa. Además, como los pecados de los padres sobre sus hijos son visitados hasta la tercera y cuarta generación, si usted es padre de familia, la próxima vez que sea tentado pregúntense si quiere que sus hijos sean así o que sus hijas sean como esa esposa, y al hacerlo experimentará una «corrección de su erección».
1 Corintios 7:4 dice, «La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer». El hombre casado no es dueño de su propio cuerpo, al contrario, es un administrador de su cuerpo el cual les pertenece a su novia y a su Dios. De igual manera, todo hombre soltero, es solo un administrador de su cuerpo para su Dios, y al final también lo será para su novia. Por consiguiente, el hombre no tiene derecho a usar sus ojos para ver pornografía lujuriosa porque sus ojos no son suyos. Y si un individuo piensa tocarse sexualmente, debería discutirlo con su esposa primero, porque después de todo está cuidando un cuerpo que le pertenece a ella.
1 Timoteo 3:2 dice, «Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer [literalmente de una sola esposa], sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar». Como Hebreos 13:7 enseña a los hombres de Dios a seguir el ejemplo de sus líderes, el patrón normativo en la iglesia es que los hombres dirijan sus ojos y deseos exclusivamente a sus esposas.
Por último, 1 Timoteo 5:1-2: «No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza». Los hombres que miran la pornografía lujuriosa siempre ven a las mujeres como objetos con partes, y son incapaces de ser amistosos e íntimos con señoritas jóvenes y atractivas porque no pueden verlas sin pensar en el sexo. Si los hombres de Dios vieran a las mujeres como hermanas, verían a las mujeres desnudas que codician en su lujuria también como hermanas que necesitan dignidad, y sufrirían al ver que su hermanita de repente se ha convertido en una stripper.
Yo caí en cuenta de una manera muy dolorosa y personal con algo que me pasó hace muchos años. En un programa radial, un hombre que llamó hablaba de lo esclavizado que estaba a la pornografía y que no le remordía su pecado porque a las mujeres en sus revistas les pagaban, y probablemente se divertían siendo objetos sexuales. Durante el corte comercial, una mujer joven de mi iglesia, que trabajaba para el show, vino y me saludó, y empezó a contarme su historia. Me explicó que cuando era niña, fue abusada sexualmente por su tío repetidas veces, y como niña se sentía sucia, y guarra. Aceptando su triste condición, en su adolescencia se volvió muy promiscua, especializándose en relaciones sexuales con hombres mayores. Al cumplir la edad suficiente, empezó a desnudarse en un bar de mala muerte y como tenía un cuerpo muy hermoso ganó muchísimo dinero y los hombres empezaron a solicitarla como prostituta, por lo cual ganó muchísimo más dinero. Como un hombre mayor la abusó por tantos años, le pareció buena idea pagar sus cuentas fingiendo. Más adelante le ofrecieron trabajo como estrella de la pornografía y empezó a hacer películas pornográficas. Pero la industria en la que estaba era tan asquerosa, tan degradante y animalista, que se drogaba y se emborrachaba antes de rodar cada película a fin de soportar las violaciones. Después me explicó que nada de eso cambió hasta que conoció a Jesús.
Mientras hablaba, me preguntaba si habría hombres en mi iglesia rentando sus videos para llevarlos a casa y masturbarse sin saber que ella podría sentarse al lado de ellos en la iglesia el próximo domingo, cantando los mismos cantos a Jesús. No cabe duda que los hombres de Dios deben tratar a toda mujer como deberíamos tratar a nuestras propias hermanas.
Pastor Mark Driscoll
Capitulo 4 del libro Porn Again
Capitulo 4 del libro Porn Again
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